Relación de sitios visitados
Convocatoria
Pulido compañero de estudios gastrosóficos y amigo firme mío:
Sin necesidad de acudir –que bien podría- al texto inmortal cervantino para apoyar mis razones, sostengo que la cortesía, los buenos modales y la galanura en el comportamiento son requisitos indispensables (como no lo es la riqueza material o el apellido, por sí mismos) para el correcto desempeño del hombre en la sociedad y para granjearse éste el afecto de sus congéneres. Cuando aquellos faltan, la compañía del andóbal no sólo no es deseada sino que ni siquiera es bienllegada.
Digo lo anterior por cuanto después del comportamiento –que la Junta directiva que presido ha juzgado unánimemente de insolente- de algunos individuos en ocasión de la última sesión degustativa, los referidos dejarán permanentemente de ser convocados a nuestras reuniones. Valga este exordio como justificación de su segura ausencia en el futuro.
Nuestra noble actividad no por ello debe detenerse. El descubrimiento de la verdad sólo mediante el ensayo crítico, repetido cuantas veces fuere menester, puede lograrse. Y en ello estamos. Es así como, siguiendo una última sugerencia que planteó nuestro llorado amigo Daniel Rodríguez (q.G.h.) vamos a visitar el restablecimiento denominado con el peregrino nombre de Pacerom de Alaska, sito en el nùmero 108 de la madrileña calle de Ayala. Nada tiene que ver con la gastronomía del 49º Estado de la Unión, ni “Pacerom” es otra cosa que la combinación –poco afortunada, siquiera desde el punto de vista mnemotécnico- de las sílabas iniciales de los nombres de sus tres socios propietarios. Pero presumen de elaborar un cocido madrileño a la altura del mejor que en la Villa y Corte pueda ofrecerse. Y a comprobar la verdad o la falsedad de ese aserto iremos, como un solo hombre, a las 14,30 horas del martes día 7 de mayo.
Te ruego recuerdes llamar a nuestra Secretaría para confirmar anticipadamente tu presencia –o tu ausencia, si tal fuera, lamentablemente, el caso. No hacerlo complica notablemente la logística (¡qué horrible palabro!) de nuestras reuniones.
Séate hasta entonces el Cielo propicio en cuantas acciones emprendas y proporciónete tanta felicidad como yo, por esta vía epistolar, te deseo